Wednesday, January 17, 2007


V


A la mujer lo que le entró fue un ataque de risa floja que le duró dos días y medio. Después, le dio como un ahogo y se murió. Sin más. Muy contenta, eso sí… Tanto, que, en el velorio, el cura, un barbilampiño muy irascible, andaba, nerviosísimo, cuchicheando por las esquinas con el cabo, con el alcalde, con Marianillo, y hasta con la tía Salvadora (que llevaba teniente perdida quince años), que aquello era una irreverencia y un cachondeo y que algo había que hacer... Cuando al fin, ciego de ira, se arrojó sobre el risueño córpore insepulto y le echó las manos a la cara, entre el vocerío de los familiares y los berridos de las plañideras de pago, el cabo me hizo una seña, y aproveché para huir. Seis meses después vendí la casa y jamás en la vida he vuelto. Tampoco he vuelto a pisar el Corte Inglés. Es ver una bolsa de esas de triangulitos y ponerme enfermo. Lo peor de todo es que tampoco puedo escuchar a Luís Aguilé... Con lo que me había gustado a mí siempre ese hombre…



A mí, que me incineren.

2 Comments:

Blogger Don Julito said...

Jajajajaja!!!

3:58 AM  
Anonymous Anonymous said...

joder, q weno y q bien escritooooooo, me he meao de risa!!!

4:09 PM  

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